MASCA LA IGUANA
El Tuxtepec de los migrantes, el de las soledades compartidas.
Si como se calcula los migrantes en Tuxtepec somos un apabullante 85 % (con un más- menos 5 % según mis estimados) podría decirse que Tuxtepec es de nosotros, pues los Tuxtepecanos de origen son la minoría.
Esta cifra se logra dimensionar si decimos que de cada 10 habitantes 8 son “de fuera” y dos son de Tuxtepec. Si juntamos 100 habitantes 80 serán fuereños y 20 tuxtepecanos. De tal forma que de mil habitantes, 800 son migrantes y por cada 10 mil resultan avecindados 8 mil. Y así le podemos seguir.
El último gran grupo de Tuxtepecanos fue de casi 5 mil en 1944, según datos del cronista de la ciudad Felipe Matías Velasco. En esos 66 años aumentó la población de migrantes de forma exponencial. Hoy la ciudad de Tuxtepec, tomando en cuenta quienes le habitan, es una ciudad de migrantes. Es decir una ciudad de todos…y de nadie.
Soy migrante, soy pueblano, y soy un migrante atípico porque me dedico a la gestión de saberes colectivos como parte inherente al ejercicio de mi profesión como pedagogo. Me agrada la promoción cultural y siento pasión por los medios de comunicación. Cuando llegué a Tuxtepec me recibieron al igual que a todos, los chaquistes y los intensos calores. Pero más me impactó la desilusión que experimenté frente a la promesa de la rotonda, que hace apenas tres años decía “Bienvenido a Tuxtepec, ciudad Modelo”.
Hoy soy un ciudadano de Tuxtepec que en el corto tiempo, por fortuna inmensa, me he adaptado a la ciudad. Otras personas y sus familias no han corrido con el mismo proceso y es comprensible su distanciamiento y enojo con una ciudad que les “queda a deber” cuando de la “segunda del estado de Oaxaca” hablamos. En mi mente y corazón se ha generado un proceso de fusión de expectativas y proyecto de vida que integre mi historia y la del lugar donde radico, para desde ahí, fortalecer a mi familia, mi comunidad e incrementar mi calidad de vida.
Tuxtepec presenta particularidades excepcionales para brillar por si misma. Las empresas trajeron profesionales capacitados y esto incrementó el capital intelectual de la ciudad. De las últimas generaciones de estudiantes universitarios muchos se han formado fuera regresando con nuevos saberes y experiencias. El incremento cuantitativo de la población despierta el interés de nuevas inversiones que buscan consumidores. Viejos sueños de décadas como lo es el museo regional, resultan ajenos e indiferentes a un amplio sector que no siente apego a la ciudad ni a la región. Hoy el museo regional está lejos de ser un ente concluido y mucho más, de ser un ente que amalgame a la sociedad. Una nueva catedral en construcción toca sensibilidades por tratarse, para muchos oriundos, de un símbolo de su transitar por la vida.
Tuxtepec, la políglota que adora los colores, formas y accesorios de los huipiles de la región, pero que desconoce su trascendencia cosmogónica y por ello no ha logrado hacer de ellos el principal atractivo turístico después del río.
Tuxtepec, la comercial que va perdiendo terreno frente a los municipios vecinos de la cuenca que reciben apoyos de Veracruz para detonar su desarrollo. Tuxtepec la de los tacos, cantinas y rosticerías. La de los elefantes blancos.
Tuxtepec la ciudad que no logra reunir a propios y extraños en torno a una festividad frente a la indolencia de sus autoridades, instituciones de educación superior, las decenas de organizaciones civiles y grandes empresas que van de paso.
Tuxtepec la de los medios de comunicación que ante el mercado se inclinan por ser amarillistas o simplones; la de las espacios juveniles que reflejan el vacio y necesidad de señales que detonen su identidad. Tuxtepec, la adolescente ciudad que pide límites, estructura, orden. La ciudad que desde su caos puede RE- EVOLUCIONAR.
Toda la ciudad es un área de oportunidad con infinitas posibilidades para la creatividad y el desarrollo. El capital intelectual y social con el que contamos en este momento es el más rico de toda su historia. Ciudad políglota, multicultural, comercial, ciudad verde, ciudad que posee aún familias que dialogan en el interior de los hogares y en las calles, que se saludan, que se cuentan sus historias, que se saben hermanados y se saben minoría, porque lo perciben, lo viven.
Soy migrante, del grupo que mayoritariamente poblamos la ciudad. De ese que experimenta la soledad cuando añora su cultura porque no se puede integrar del todo a la nueva. Del grupo que no tiene referentes para que los ponga de ejemplos de actitudes morales dignas de imitar porque no conoce a los viejos tuxtepecanos dignos de ello. La que no encuentra información del lugar que habita más que la que de forma diaria los medios le dan y eso no es motivo de orgullo.
Soy migrante, y reconozco que la mayoría de nosotros poblamos la ciudad pero sin contribuir a su desarrollo, pues no la sentimos, la sufrimos ni gozamos como nuestra.
Soy migrante, de los que escuchan de boca de los hijos de Tuxtepecanos “que nosotros ni de aquí somos” y que a los tuxtepecanos, los de la capital del estado no les quieren y les dicen que son veracruzanos arrepentidos sin lograr argumentar del todo que son jarochos, sotaventinos, cuenqueños.
Soy migrante, de los que entendemos nada de la siembra del plátano, la caña, los mangos, la piña, la pesca o la cría de ganado. Soy migrante y tengo dificultades para platicar a mi familia sobre cual es la esencia de la tierra que nos recibe y da de comer. Soy parte del 85 % de los que pueblan esta ciudad sin saber a dónde vamos, con qué y para qué vamos.
Nosotros los migrantes somos la mayoría, tenemos muchas necesidades, entre ellas la de pertenencia. Vivimos en una ciudad que de forma simbólica está en su adolescencia, sin proyecto de vida sólido y sin mayores guías que su círculo de amistades más cercanas y no siempre son las mejores.
Vivo en Tuxtepec, soy migrante que está aprendiendo a ser jarocho, una nueva generación de jarochos enriquecidos con la esencia de los viejos, que cada vez son menos y que urge escucharles y aprenderles. Quiero una ciudad distinta y deseo contribuir a su desarrollo no sólo económico sino humano. Lejos del romanticismo del bicentario y centenario hagamos la re- evolución de la ciudad de manera cotidiana. Busquemos la unión en lo que nos es común, lo que fortalezca nuestra identidad colectiva integrando la gran riqueza que Tuxtepec posee en este momento.
Las revoluciones históricas no fueron movimientos tibios, llevaban por delante el corazón; soy migrante, y al igual que todos, me gusta más la compañía que la soledad, el viaje acompañado siempre será más bello.
*Pedagogo, promotor cultural, Director del Instituto de Información Cultural del Sotavento Oaxaqueño, INCISO: Felipe Matías Velasco.
www.soytuxtepec.blogspot.com
las1001voces@gmail.com
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